El  tratamiento de estas patologías es enormemente largo y complejo, pero es imprescindible para mejorar la calidad de vida del sujeto. Más que hablar de "curación", al ser problemas arraigados en la personalidad cabría hablar de mejora o de una mayor adaptación a los demás y a las exigencias cotidianas, objetivo que es posible siempre con un buen profesional y con la adecuada motivación en la terapia. En este sentido, siempre que el individuo confía en el terapeuta y se muestra convencido y dispuesto a trabajar para mejorar, se consiguen resultados desde aceptables hasta extraordinariamente positivos. No obstante, cuando el sujeto no está por la labor de intentar cambiar y no muestra el suficiente interés, acudiendo a las sesiones por pura inercia o esperando una especie de "milagro", todo se hace mucho más difícil.

 

El principal tratamiento de estos problemas es el psicológico, la psicoterapia. Esto es completamente normal ya que lo afectado es la personalidad en sí, por lo que se requiere un profundo análisis del individuo, de su forma de proceder, de relacionarse con los  demás y consigo mismo, de su manera de pensar, etc. Una vez realizado este análisis, habrá que establecer una serie de objetivos de conformidad con el paciente, objetivos que realmente configurarán un "cambio de chip", una forma de comportarse distinta a la habitual que estaba trayendo problemas. Esto no significa que haya que cambiar de personalidad porque el sujeto siempre va a ser el mismo, sólo mejorará en aquellas cosas con las que tampoco tiene por qué identificarse. Por ejemplo, el individuo tímido tendrá que combatir contra su timidez, y el suspicaz contra su desconfianza.

 

No es preciso que las sesiones de terapia se centren en el pasado, aunque sí es positivo en nuestra experiencia dedicar algún tiempo a estas cuestiones, siempre con ánimo de comprender mejor al paciente y de aprender de los errores. En todo caso, la práctica totalidad de un tratamiento psicoterapéutico, desde nuestro punto de vista, se centrará en el presente.

 

Los fármacos son una ayuda interesante en algunos casos, pero lamentablemente su eficacia es más bien modesta. Sirven como un "alivio sintomático" (por ejemplo, para los síntomas de ansiedad, depresión, impulsividad...) pero realmente, como no puede ser de otra forma, no afectan a la personalidad. No existen pastillas para la suspicacia, la timidez, la necesidad afectiva, la baja autoestima, los sentimientos de inferioridad, etc. En cualquier caso, será el psiquiatra el encargado del tratamiento farmacológico de estas personas.

 

 

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